Bucear entre lenguas

Bucear entre lenguas

By María Ximena Pineda

La vendedora de Rosas del cineasta colombiano Víctor Gaviria es, sin duda, una de las películas más difíciles de traducir. Es la historia de una niña preadolescente que vende rosas en una de las comunas de Medellín durante la década de los años 90. Una de las décadas más sangrientas en Colombia.

Por supuesto, el filme está lleno de coloquialismos, pero, también, de terminología propia de los ghettos de Medellín. En este contexto, el traductor del guión no solamente tuvo que interpretar y tratar de buscar equivalentes en dos idiomas, sino que, además, tuvo de bucear entre diversos mundos; ahondar en su respectiva lexicografía y buscar un equivalente universal.

Los niveles de dificultad radican principalmente en los distintos niveles de dialectos o formas de hablar en español que pululan en los diálogos de la película. En primer lugar, está el español que se habla en Colombia, distinto a todos los demás de América Latina. En segundo lugar, está el español coloquial propio de la región; Medellín. Y en tercer lugar está el español que hablan quienes habitan el microcosmos de las comunas de Medellín.

Palabras o expresiones como: ¨dar piso¨ o sea ¨matar¨, ¨tirar cocol¨ o sea ingerir una mezcla entre alcohol industrial y gaseosa o ¨abrite del parche¨o sea ¨lárguese de aquí¨ son tan solo algunos de los obstáculos para el traductor, quien debe estar inmerso en la jerga de las comunas y mostrar cierta familiaridad con la cultura antioqueña.

En el diálogo: “Yo le voy a dar 20 lucas de buenas, ¿sisas? Para que se deje, ¿sí?”  nos enfrentamos a ¨lucas¨ que no es una expresión de uso exclusivo de las comunas de Medellín, ni siquiera es un ¨antioqueñismo¨, sino que es más un colombianismo para ¨dinero¨ pero de uso popular. También está la expresión ¨sisas¨ que es una manera de afirmar usada en las comunas pero ya popular en otras regiones de Colombia.

De manera que traducir un guión como el de ¨La vendedora de rosas¨ no es tarea fácil porque de lo que menos se trata es de buscar equivalentes idiomáticos, se trata más bien de encontrar la mejor manera para conservar el sentido de esta ¨lengua viva¨ que existe en las comunas de Medellín y que está evidentemente marcada por hechos sociales y culturales -de gran impacto- en una generación que estuvo expuesta a la ola del narcotráfico más sangrienta de América Latina.

Así pues, la gran lección del traductor de un guión como este es ser consciente de que en muchas ocasiones, además de ser lingüista o filólogo, se debe ser también sociólogo y antropólogo. Los guiones contienen mucho del nivel ¨oral¨ de una lengua, por lo tanto son el registro del estado dinámico, cambiante, rico y vibrante de un idioma y de sus hablantes. Quizás quien vio ¨La vendedora de rosas¨ hace 20 años no estaba familiarizado con varias de estas palabras; hoy en día, no me cabe la menor duda de que muchos Colombianos e incluso extranjeros entienden varias de ellas, ya que han permeado otros dialectos.

El traductor debe ser ese anfibio que logra habitar los distintos contextos para poder comunicarlos, respetando siempre el sentido original de sus hablantes.

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